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ARQUITECTURA Y ESCULTURA

      Es el año 1.548 cuando se adjudica la construcción del Retablo a Alonso Hipólito vecino de Plasencia. No dice el Archivo natural, sino vecino, lo que tal vez nos indica era uno de los muchos artistas que acudieron a la construcción de la nueva Catedral de la Ciudad del Jerte. Nos lo define el texto como entallador y ensamblador, oficios que lo califican como escultor y montador de retablos. Consta el Retablo de cinco calles y tres pisos, mas el ático y el banco, cuatro entrecalles y cuatro hornacinas bajo las mismas. Las calles y entrecalles se consideran en sentido vertical, los pisos y el banco, llamado también predela, en el horizontal. A nuestro escultor Alonso Hipólito se le aprecia una señalada influencia plateresca salmantina y una marcada coincidencia con lo autores del retablo mayor de Santa María de Cáceres, Ferrán y Balduque, retablo que se construye al mismo tiempo que el nuestro. Precisamente, el escultor designado para inspeccionar la obra del Retablo arroyano es Ferrán que viene a Arroyo y aprueba plenamente la obra realizada `por su compañero y amigo Hipólito. Entre las coincidencias o analogías que se aprecian entre este nuestro Retablo y el de Santa María de Cáceres podemos citar las hornacinas para los apóstoles, que en ambos son muy estrechas, o las columnas del último piso sobre plintos muy alargados y estriados. Ocho años vive en Arroyo el escultor trabajando en la construcción del Retablo y sus imágenes. El taller se lo montan en la misma casa, cuyo alquiler paga la parroquia. Emplea siempre una arquitectura avanzada y bella. Se adapta perfectamente al marco del ábside con estructuras en esviaje, dándole forma de artesa. Sus estilizados y bellos balaustres, la proliferación de sus grutescos, las series de querubines en los entablamentos, los bucráneos (cabezas de carnero) y toda serie de vegetales lo convierten en una obra excelente renacentista. Las imágenes -veintiséis- son todas de nogal y también las partes más importantes del retablo. Dice el Archivo Parroquial que Hipólito mandaba traer la madera del Saguazal donde ahora no se ve ni un nogal. Esto nos indica que en el siglo XVI era allí un árbol abundante.

       La calle central está ocupada, en primer lugar, por San Gregorio, magnífica talla que, no perteneciendo al Retablo, tiene este lugar de privilegio por ser el patrón principal de Arroyo. En la calle central de los retablos no pueden figurar más que los patronos locales, los titulares del templo, o solamente imágenes de Jesús o de la Virgen. Señalemos que San Gregorio no tenía lugar fijo en la iglesia y que la cabeza de su báculo episcopal es una auténtica joya medieval que atesora nuestra parroquia.

      Ocupa el centro del Retablo Ntra.Sra. de la Asunción, la mayor imagen y la más bella del mismo. Su rostro juvenil, su porte ascendente y su belleza decorativa la definen como la Reina de tan compleja representación. Una danza de ángeles la acompaña en su camino al cielo. Más arriba, la Coronación de la Virgen. Con aspecto infantil recibe la corona que le ciñen el Padre y el Hijo. El Espíritu Santo completa la escena en figura de paloma. El Padre Eterno y Jesucristo, con ricas vestiduras, y María con su niñez, símbolo de inocencia, está arrodillada ante la Santísima Trinidad. La corona que le ciñen el Padre y el Hijo es una joya de indudable valor artístico.

      Finalmente, arriba en la calle central, y, como es propio de todo retablo español desde el gótico en adelante, el Calvario de Jesús clavado en la Cruz en el monte santo con, María y el Apóstol Juan, ambos con ricas vestiduras, no abatidos por la tragedia, sino radiantes y jubilosos por el triunfo que supone para la humanidad la muerte redentora de Jesús

      A los lados del Calvario, dos tondos en altorrelieve en que figuran los reyes David y Salomón. David, fácilmente identificable, con su corona y el arpa. Salomón con turbante y una inscripción en filacteria que rodea su imagen en la que se lee: "Domus Dei domus mea..." sin completar lo de San Lucas, 19, 46 "domus orationis est," mi casa es casa de oración, que había dicho Isaías, 56, 7. Todo alude al Templo de Jerusalén que edificó Salomón. Cuatro tondos más, al iniciarse el segundo piso,-los tondos son representaciones circulares-, nos muestran a los cuatro Evangelistas con sus símbolos correspondientes. Otros cuatro más pequeños, con santas, dos con palmas y dos sin ellas, indican a santas mártires, o bienaventuradas simplemente. Coronan el Retablo dos escudos, en ambos laterales, uno de la Virgen, con las clásicas azucenas, y otro del Papa con la tiara pontificia El Apostolado situado en las cuatro entrecalles, tres en cada una, en las que los Apóstoles, de notoria belleza y expresividad, lucen cada uno sus símbolos interpretativos.

      Abajo, en la predela o banco del Retablo, en figuras o tallas pequeñas, los cuatro doctores de la Iglesia Occidental: San Agustín, San Ambrosio, San Gregorio Magno y San Jerónimo, ellos fueron, con su Doctrina y sus escritos como el apoyo y sostén de las verdades que se expresan en el Retablo.

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San Gregorio